Me mira, no se donde esconderme, con esa transparencia que me da cuando me pongo nervioso. Soy un acertijo con una respuesta incluida.
Me mira. Y se ríe. Pareciera que me esta leyendo los pensamientos. Y se da cuenta de que pienso que no tendría que haber venido, si toda la tarde fui un laberinto de nervios en el estomago, pequeñas serpientes que me cruzaban el cuerpo y me ahogaban un poco, y me robaban las ganas de respirar. Y también de venir. Y ella disfruta, porque ahora se ríe un poco más. Y me gusta como se ríe. Una risa que le viene desde adentro, que la libera, como si estuviera exorcizando algún tipo de fantasma. Y yo soy la causa. Se ríe de mí y no conmigo. No se si eso es absurdamente gracioso o increíblemente triste. En la lucha entre venir o no, ganó la primer opción. Tal vez mi destino sea ser el motivo de tu risa, con ese andar que tengo de barbudo flojo y errante, pateando piedritas y con las manos en los bolsillos. Ese andar tan de loser que tengo.
Me mira y me empiezo a sentir cómodo con sus ojos, como si me hubiera estado analizando para determinar si me regalaba un poco de bondad con su mirada. Y ahora siento su mirada como conocida, signo de otro tiempo y de otro lugar. Como si hubiera perdido la memoria y tus ojos son lo único que me queda de ese pasado del que nada recuerdo, lo único que me mantiene anclado en un ayer improbable.
- Estas muy callado- dice Diego, mientras toma las manos de Rocío.
Sus palabras rompen mis pensamientos. La idea de ese pasado en común se desvanece. Somos dos extraños. Y los dos comprendemos, mientras ellos se besan, que estamos de mas, que no hacia falta que nos presentaran-esa extraña necesidad que tienen los amigos enamorados de querer ver a todos enamorados, esa odiosa forma que encuentran para forzar un destino, acercando personas ajenas entre si, esa torpe e inútil esperanza nuestra que decimos que si-que somos dos mimos a los que le impusieron una salida, una persona, y que yo salí favorecido, porque vos conmigo tenes muy poco para ganar, y todo para perder. Entonces me levanto, mientras ellos no se dan cuenta, camino hacia la puerta sin mirar atrás, deseando que vengas conmigo, que hayas entendido.Te espero. Me tocas la espalda, me doy vuelta y me miras. Y te reis.
-Me gusta mucho verte sonreír- te digo y me voy.
miércoles, 20 de enero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Acá hay algo. "Con esa transparencia que me da cuando me pongo nervioso. Soy un acertijo con una respuesta incluida", ya, con esa entrada, no se podía más que seguir!
ResponderEliminarSalut!
Hola Marina! gracias por pasar por este lugar tan poco visitado.Igual el comentario de una joven promesa como vos vale por diez.Y mientras espero tu libro, te mando un abrazo!
ResponderEliminarsaludos